lunes, 13 de agosto de 2012

Tyrannosaurus rex: ¿Dinosaurio cazador o solamente un hábil carroñero?



Bitácora Suite101: Artículos de otro espacio y tiempo para un mundo curvo y circular.

Para ciertos científicos un cazador infalible, para otros solo un oportunista carroñero. Algunos creyeron ver en sus pequeñas extremidades anteriores y su exquisito olfato pruebas inequívocas de tendencias exclusivamente necrofágicas. Muchos quizás sugestionados por robustas y temibles dentaduras no dudaron en llamarlo rey predador. El debate acerca de la estrategia para alimentarse utilizada por el Tyrannosaurus rex -uno de los dinosaurios carnívoros más grandes que existió sobre la Tierra- persiste candente desde hace varios años entre los paleontólogos. Un nuevo capítulo fue aportado hace poco tiempo por investigadores británicos: afirman que T. rex pudo haber sido muchas cosas, pero de ningún modo un devorador de cadáveres con reincidencia a la hora de cada comida.

El enigma de la alimentación del T. rex

Es cierto, T. rex no fue un animal demasiado preocupado por mantener las buenas costumbres. Feroces peleas y huellas de dientes encontradas en restos fósiles de otros dinosaurios, como por ejemplo el Triceratops, indudablemente lo condenan. Pero para Chris Carbone, experta de la Sociedad Zoológica de Londres, si T. rex hubiera basado su nutrición únicamente en los cadáveres de otros animales, que solía encontrar desperdigados por los bosques subtropicales en donde merodeaba, no habría hecho otra cosa que adelantar su salida de este mundo.

Ocurre que en el periodo Cretácico tardío -aproximadamente entre 65 a 67 millones de años atrás- en lo que hoy constituye los Estados Unidos de América, además de los tiranos vivía una superpoblación de eximios dinosaurios carroñeros. No había como pararlos. Eran livianos, veloces y contaban con una visión privilegiada.

Los científicos creen que el tiempo que demandaba al T. rex cubrir una distancia determinada hacia la carroña alcanzaba para 5 viajes de algunas especies que se beneficiaban  gracias a un peso que rondaba entre 16 a 20 kilogramos. Hubiera sido una competencia desigual y tremenda. Según Carbone una especie de juego de scramble, con un reiterado perdedor.

Al T. rex no le dieron los números

Recrear esa partida, algo que pasó en tiempos muy remotos, parece una tarea imposible. Pero los científicos, en la revista Proceedings of the Royal Society B, se las ingeniaron para lograrlo. Apelaron al análisis del ecosistema existente en el Parque Nacional Serengueti, situado en la africana república de Tanzania. Un verdadero modelo vivo, que les permitió recrear las interacciones ocurridas entre los animales del Cretácico tardío. Dicen que el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático. En sintonía con la conocida frase, los científicos se apoyaron en cálculos realizados por medio del empleo de ecuaciones.

Pero los números a T. rex lamentablemente no le cerraron. Su poca eficacia en la localización de cadáveres, y en definitiva la escasa carne disponible para alimentarse, hicieron que vivir solo de la carroña se transformara en algo inviable. Parece que entre tantos huesos ya erosionados al rey cazador no le quedó otra opción.  Dicen que con el orgullo herido, o lo que es peor el estómago vacío, miró de reojo, sacó a relucir afilados dientes, y partió al bosque una vez más.

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