sábado, 14 de abril de 2012

La combustión: luz, flogisto y Lavoisier



Fuego primitivo, regalo fortuito de rayos primero, luego un mero producto del golpeteo premeditado de dos rocas. Hace ya 400.000 años los seres humanos aprendieron no solo a convivir con él, sino también a domesticarlo. Calor, protección frente a numerosos animales, luz en la oscuridad, utilidad en la fabricación de herramientas y cocción de alimentos. Sus llamas constituyeron quizás el primer gran salto de calidad tecnológico.

El fuego siempre estuvo rodeado de un halo de magia. Robado al Dios Zeus por el titán Prometeo, siempre invitado milenario durante cada Noche de San Juan en los solsticios de verano. También barnizado con una mano de metafísica gracias al etéreo flogisto.

El invisible flogisto, una sustancia inasible, un verdadero comodín. Durante mediados del siglo XVII servía para explicar el ABC de la combustión. Según sus adoradores, a mayor cantidad de dicho ente, mejor capacidad combustible. Tal es así que cuando se acababa y disipaba en el aire significaba el fin de la carrera para las llamas votivas.

Es cierto que en lugares como Francia los días caminaban tranquilamente con el flogisto. El carbón era para todos una madera deflogistizada y los metales fuentes de residuos de cal luego de ser expuestos al fuego. Pero siempre existe la posibilidad de que se introduzca una piedra en el zapato para complicar un poco las cosas. Nadie podía por esos tiempos explicar por qué los metales al perder el flogisto pasaban a tener mayor peso. Ocurre que no tenía ninguna lógica, mucho menos consistencia la explicación de los flogisticistas. Para ellos el flogisto tenía peso negativo y la vida continuaba.

Pero la piedra en el zapato se volvió una molestia intolerable para Antoine Lavoisier. Abogado devenido en químico, padre de la química moderna para algunos. En 1773 por medio de experimentos con balanzas comenzó a jubilar al flogisto. Instaló el concepto de que en química todo debía ser medido. No hizo otra cosa que sentar las bases de una química cuantitativa. Nada de peso negativo, los residuos de metales calcinados pesaban más y absorbían algo que rondaba en el aire. A ese algo luego lo llamó oxígeno.

Imagen: El Bibliomata-Flickr

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